lunes, 16 de junio de 2008

Libro de familia. Regreso a las raíces...


Hay días en los que uno no se levanta con ganas de hacer algo productivo, sino más bien, todo lo contrario, pasarse la mañana en la cama, al calentito, y olvidarse de problemas y exámenes. Limpiar un poco la casa, recoger mi habitación, y desaparecer, eso es lo que hice ese sábado teniendo en cuenta que me levanté tardísimo, ya eran las tres de la tarde. Pocas veces antes había tenido esa sensación, esa falta de ganas de ir a mi casa. Con los exámenes por delante, algún trabajo por terminar, y con una preocupante falta de ganas de continuar la tarea, decidí coger el autobús de las cinco y media, y marcharme a Navia, a Villapedre, a mi casa...


El chófer del Alsa, viejo conocido aunque no sé su nombre, porque siempre lo conocimos con el apelativo de su pueblo, "Caroyas", me llevaba a la escuela a Villapedre y a Vega cuando tenía 6 años. Sonrisa. "Coño Santiago, ¿vas pa casa?. Siempre te toca ir conmigo". Dos horas de bus. Mejor sentarse en el lado derecho, ya que por la tarde, el sol pega fuerte en el lado izquierdo y no quiero cocerme. No va mucha gente. Apuntes de arqueología. Llegada "Hala, llegamos ya eh, jejeje, ahora una bona merienda, un plato fabada eeeh, jejejeje, venga, taluego". Villapedre.

Un sol tremendo, y el cielo despejado. Papá hoy no viene a recogerme, mis padres están en casa de mis tíos sembrando fabas. No es problema, echo a andar, junto al cementerio, camín del calvario arriba. Desde lo alto del Pinar hay una buena vista de Villapedre. Pocas cosas, o ninguna ha cambiado, aquí las cosas van despacio. Por el camino, dos paseantes, que caminan más lento que yo, comentando todo cuanto ven a su paso. Isidora y la prima. Acento de Villapedre "Ay, Santiago, mira quién ya. ¿Vienes de Ovieo?. Pregúntame Elena a veces por ti, ay Elena, ¡si lo ves nun lo conoces! Vas pa casa eh, hala, vei andando, que xa tendrás gana de llegar a casa. Nosotras vamos más lentas, que ya tan las patas mal...." Diez minutos me lleva recorrer el camino que va de la parada del Alsa hasta mi casa, a paso ligero, pero no rápido. Hace sol, son las 7 y media de la tarde, y está una tarde estupenda

Regresar a las raíces. Parece una tontería, pero a veces, reconforta muchísimo volver a las raíces, a ese trocito de tierra y esa casita donde uno ha crecido, jugado, y vivido. Estarán ahi, haga sol, nieve, truene o llueva. Ese trocito de tierra con árboles, que plantó el abuelo, y que yo segúi cuidando, y replantando. Saber que siempre va a estar el portón del cabanón abierto, y que puedo entrar sin preguntar, porque ésta es mi casa.

El perro ya no ladra, ni tampoco mueve el rabo como hizo siempre en cuanto reconocía mis pasos, porque el pobre murió hace poco. Ahora está enterrado entre los naranjos, debajo de una losa de pizarra. La verdad, se echa en falta, era el primero en recibirte, y siempre con sincera alegría, pero bueno, supongo que es ley de vida. Los árboles y las plantas siguen en su sitio, bueno, ha crecido la hierba bastante por la lluvia y las plantas, también, más de lo que lo estaban la última vez que las vi, y las ramas del ciruelo están curvadas, porque está tan cargado de ciruelas que no puede soportar el peso. ¡Y eso que papá decía que lo había fradado mucho! Necesitaba una buena poda, y además, en menguante no hay problema. El resto de los árboles empiezan a enseñar ya los frutos. Cuando entro por el portón, me doy cuenta de por qué está abierto, por las golondrinas, que han vuelto, y no hacen más que entrar y salir a toda velocidad en busca de comida para sus crías, tienen el nido lleno de polluelos. La bicicleta y el balón descansan en el cabanón soñando con tiempos mejores. La moto, en el taller, destripada. Y el 600, mi coche, escondido debajo de una lona, para evitar que los gatos lo rayen, y se llene de polvo.


Subo a mi habitación. Tengo el escritorio lleno de papeles, pero la cama está hecha, y está todo tal y como lo dejé la última vez. Abro las ventanas, quiero que entre aire fresco. No huele mal, la verdad, huele a hierba recién segada, los tractores no paran estos días porque comenzó la campaña del ensilado de hierba para el ganado. A cada poco se oye el ruido ronco de los motores, pasando por el camino, o suenan distantes allá en los praos del Regueiro, segando hierba sin parar.



Vistas desde la ventana de mi habitación


Mamá, papá, bolita..., supongo que a la casa le falta la parte más importante sin ellos. ¿Y que hago? Pues marcho. Voy en busca de mi gente. Mis viejos están en Freal, en casa de mis tíos, mi otra casa, trabajando en la huerta. Siempre viene bien un poco de calor humano, y no me gusta ver la casa vacía. De mi casa allí habrá 2 o 3 kilómetros, que a buen paso, suponen 35 minutos de caminata. Desando el camino andado, subo hasta Villainclán, lo cruzo, y sigo de frente hasta el Carreirón, pero no me desvío a la derecha para tomarlo, sino que sigo de frente, dirección la Bouza y el Pinar, y bajo por el Calvario hasta el cementerio. Llego a la cafetería, y cojo la carretera general, dirección Navia. A mi derecha, la iglesia, que sigue ahí, más o menos como el día que la construyeron. Sigo por la carretera general, llego al Crucero y cruzo rodeando la nueva rotonda de la autovía. Continúo por el arcén, ya bajando por el Penón, para entrar en Piñera. Paso junto al almacén de Óscar, donde todos los domingos por la mañana papá va a hacer la compra, paso junto a la casa de Tasqueiro y la de Moncho el Castellano, amigos y conocidos de la familia, y cuando casi estoy llegando a la iglesia de Piñera, me salgo de la carretera general, y comienzo a descender por un camino al valle que forma el río Frexulfe, para luego ascender por una cuesta bastante empinada, al lugar de Freal. Bueno, una vez aquí, el lugar de La Esperanza está junto a Freal, casi se tocan unas casas con otras, pero salgo de una parroquia y entro en otra, en Andés. Aquí está la casa de mi tíos. Allí, sé que siempre voy sé que va estar la cocina de leña encendida, el café caliente en la mesa, y la sonrisa en la cara al verme entrar por la puerta. Y que no me va a faltar de nada. El plato de caldo caliente, con rabizas, toucín, morciella, ya chourizo.


Efectivamente, están en la huerta detrás de casa. "¡Coño!, ¿viniche andando?. Qué che dixen you, qu´iba venir andando pa´có. Ay ho, cómo nun chamache, que taba Tere na cocina, ya iba you buscate. Hala, déixalo, xa ta aquí, pos ya ta. Non, si tardache namás media hora, viniche rápido. Ya lo que tien que facer, que tien buonas patas p´andar".



Labores de siembra en el eiro


A la izquierda, mi padre, Ángel, a la derecha, mi tío Armando



Cálida acogida. Es tiempo de sembrar las fabas ya, y aprovechan el primer fin de semana que hace algo de sol, después de un mes de mayo lluvioso. "Nun sei, xa verás cómo mañana chuove, ya cuoce todo na tierra col sol". Ya hay varios riegos hechos. Papá y Armando, con la eixada o fesoira, según sea Téifaros o Villapedre, van haciendo los riegos, siguiendo la marca de los cordeles, "cordieles", sujetos a cada extremo de la tierra con estacas. Mamá y Nely van sembrando una a una las fabas, y luego, los granos de maíz, "meiz", bien untados en cierto líquido para que aprendan. Unos polvinos de abono, y luego, irán cerrando el surco, y haciendo nuevos riegos. Así, poco a poco va pasando la tarde. Hacia las nueve y media o diez, fin de la tarea. Sentarse plácidamente en el poyo de madera, a la puerta del cabanón, a ver cómo atardece. Los días han crecido, ahora el sol no se mete por la capilla, lo hace unos cientos de metros más abajo, por ca l´Indiano. Atardece. Y aparecen los nenos de ca Polayo, Martín y Andrea. Sonrisas. A la corte a ver a las cabras. Detrás, Martina, la bola (abuela en fala). Noche. A la cocina. Café con leche, y para casa.


Domingo. A Puerto de Vega a tomar algo con mi padre, a por el periódico, y a por el pan. Mañana tranquila, charlamos del tema que está en boca de todo el mundo, la crisis. Si, la crisis. Sube el pan, sube la leche, suben los piensos, sube el gasóleo... La construción ha parado (¡afortunadamente!, antes de que las excavadoras terminasen de acabar con lo poco que nos queda...), hay desempleo. Bajamos al muelle, primero al café, la Marina, y luego a la Gaviota. Un café con leche y un vinillo, y a casa de mis tíos. Armando está sentado tranquilamente en el poyo del pozo. Y vuelve a salir el tema. De quién será la culpa. Zapatero, el euro... Supongo que las cuestiones de macroeconomía son complejas de explicar, pero no resisto la tentación de hablar. Las soluciones que salen son diversas, desde que el gobierno lo coja todo (justo lo contrario de la práctica habitual, liberalizar). Para mí no es difícil. Se basa en el crecimiento de la economía en España en el sector del ladrillo, cosa que estaba visto que no podía durar. Se especula e invierte con los pisos, como si fuesen acciones de bolsa, que un día se desploman. Dependemos en exceso de los combustibles fósiles, una mínima alteración en el mercado internacional y el precio del crudo Brent, y ya tenemos crisis. Quizás demasiado complejo para discutir. Hora de comer. Regreso a Villapedre.


Aunque debería estar estudiando como un cosaco, la verdad que tengo ganas de ir a la feria de Vegadeo, la antigua Silvallana d´A Veiga. Así, que adiós a los libros, cogemos el coche, y toda la tarde de paseo, viendo cosas por ahi. Gente, bastante, sobretodo en el pabellón, pero por fuera, entre la maquinaria, se pasea tranquilamente. Lo que más me gustó siempre, desde crío, cuando soñaba con una ganadería de 120 vacas y un John Deere enorme, es la maquinaria agrícola. De pequeño, me subía en todos, imaginando campos inmensos de maíz o praos de hierba, o tierras por arar bajo la lluvia y el barro, resguardado dentro de la cabina... Hoy eso cambió bastante. Cada día, parece que hacen los tractores más grandes.








Y al salir y dar una vuelta por el parque, el olor a pulpo y a churrasco, Hay unas cuantas pulperías de gente que viene de Galicia, monta las carpas, y se hacen pequeños restaurantes aquí y allá. El pulpo cociéndose en las grandes calderas de cobre, para ser servido con patatas, los llacois (lacones), también en las ollas, y el churrasco, las costillas a la brasa. Es el último día de la feria, ya atardece, y con las últimas luces de la tarde, regresamos a casa. En Villapedre comienza a oscurecer...

El lunes, por fin me decido a hacer algo, a darles un empujón a los trabajos, aunque durante toda la tarde no pararon de "rumbar" los tractores arriba y abajo, recogiendo la hierba para ir haciendo los silos.






Entre libro y libro, hay tiempo para salir a la acera a tomar el fresco un rato. No sé por qué, pero se me vienen a la memoria que las gatas parieron gatos, y voy con mamá al cabanón a echar un vistazo. Una los tiene en una caja de madera, junto al gallinero, y la otra, en un cubo grande, donde se echan los "carruozos" de las panoyas del meiz. Mamá los saca con cuidado, no está la gata cerca.








El miércoles por la mañana, regreso a Oviedo, en el Alsa de la 9 de la mañana. Está nublado, y hay bastante gente. Voy medio dormido hasta que llego a Oviedo. Otro mundo diferente, aunque no por ello menos interesante. Supongo que no es cuestión de gustos, sino de saber apreciar las cosas buenas de cada lugar. Quien quiera que le eche un ojo a esto, entenderá por qué me encanta tanto regresar al pueblo....